El PNV, a través de su dirigente Joseba Egibar, se ha mostrado escandalizado por la sentencia de la Audiencia Nacional que condena a diez años de cárcel, por pertenencia a ETA, a Otegi, Usabiaga, Zabaleta y otros de la cuadrilla. En la sentencia se indica que el objetivo de los condenados, siguiendo las instrucciones de la banda terrorista, era impulsar la legalización de la llamada izquierda aberchale con el fin de marginar políticamente al PNV.
Por lo visto el PNV ha entrado en una de sus históricas fases depresivas que le ponen al borde del suicidio. Esto, con ser un síntoma preocupante, lo es más aún si se tiene en cuenta que se trata de un partido hegemónico a quien, hasta hace bien poco, le seguía la ciudadanía vasca con devoción ovina.
Es curiosa esta actitud, pero no parece que pueda ser analizada desde la perspectiva política sino que, más bien, requeriría un análisis psiquiátrico. La ciencia política se queda pequeña para dilucidar las razones que mueven a un partido que ha sido hegemónico hasta ayer a apoyar a este conglomerado filoterrorista cuya aspiración es borrarlos del mapa político vasco.
Ellos sabrán. De momento no parece que Urkullu se aclare mucho pero ya se ocupará la terca realidad de ponerle en su sitio. Malo será tener que oir sus lamentaciones pero nadie en su sano juicio podrá negar que se lo están ganando a pulso.
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