miércoles, 8 de septiembre de 2010

El burka


Francisco de Goya, El motín de Esquilache

Esta mañana he visto un burka por primera vez. No era de rejilla, como los que se ven en las fotografías procedentes de Afganistán. Ni siquiera era negro sino café con leche. A la mujer, o lo que fuere, sólo se le veían los ojos. El resto, hasta los pies, permanecía tapado. Le acompañaban dos niños. En estas latitudes nórdicas no se ven estas prendas por la calle. Al menos de momento.

Yo soy un decidido partidario de la libertad en la forma de vestir. No me molestan los pañuelos, ni las tocas, ni las sotanas, ni los uniformes, ni nada parecido. Uno saca sus conclusiones frente a lo que tiene a la vista y allá cada cual. Ahora bien, con los embozados y las embozadas no transijo, salvo en los días de Carnaval en que, por lo general, procuro quedarme en casa o salir al campo.

Hace 250 años, nada menos, tuvimos en España el afamado Motín de Esquilache. Durante el reinado de Carlos III, en plena Ilustración, el marqués de Esquilache pretendió suprimir las capas largas y los embozados. El resultado fue una sublevación en toda regla aunque la historiografía dice que el conflicto fue más debido al hambre y la carestía que a la forma de vestir.

Una sociedad democrática no puede tolerar que la gente vaya por la calle con el rostro cubierto. Ni por razones religiosas, ni políticas, ni estéticas ni de usos y costumbres. El que quiera encerrar a otro detrás de uno de estos vestidos debería hacer la maleta y buscar algún lugar en el que la libertad y la seguridad valgan una mierda.

Aquí Ilustración ha habido poca, pero sí la suficiente para evitar ahora que retrocedamos dos siglos y medio.

No hay comentarios: