Cuenta Manckell en su novela
El chino que Jiang Ping, la esposa de Mao Zedong, exigía siempre el más absoluto silencio en el lugar en que dormía. Albañiles y pintores viajaban con antelación para insonorizar su dormitorio mientras un equipo de soldados procedían a eliminar a todos los perros que ladraban en los alrededores.
He aquí el poder absoluto. ¿De qué sirve tener
sólo mucho poder si luego un mísero perro no te deja dormir por la noche?
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