
Ibarretxe (y su PNV) hablan de la ETA como del hijo pródigo. Se le recrimina, tanto en público como en privado, pero no se hace nada por poner fin a sus desmanes. El mal hijo, por su parte, tampoco es tonto. Se preocupa de no atacar a su poderoso padre. Sabe que, al fin y al cabo, el progenitor nunca se revolverá contra el retoño. Así pues juega. Como en el relato evangélico supone que, el día que vuelva a casa, papá le recibirá con los brazos abiertos y repartirá con él la herencia.
La parábola del hijo pródigo, en realidad, es la parábola del mal padre, el padre con conciencia culpable, el padre idiota -o demasiado ocupado en enriquecerse, o en acumular poder- que no ha sabido educar a su hijo como era su responsabilidad. Porque los padres siempre son responsables de los hijos. Y no a la inversa.
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